Críptico

Flamea la ira de los desconocidos, ese fulgor principiante que se oculta en lunares otoñales. Flamea en puentes crípticos, que vuelven a pretender ser descubiertos. Flamea en melodías conocidas, cocidas, cosidas...

Arde la calma de los escurridizos, ese lamento milenario que se difama en puentes inflamables. Arde ese puente críptico, que incansable resuena en habitaciones vacías. Arde...

El auditorio calló.
No entendía esas palabras. Sin embargo nadie se atrevió a levantarse y acusarlo. Muchos pensaron en condenarlo pero, ellos, incapaces de masticar bronca con elegancia, se arrodillaron ante el hecho consumado.
Nuestro héroe, hombre fajado y acongojado, no pudo más que recordarse en camas saladas que le escupió la noche vagabunda.

-Si es un relato, no relata los andares de nadie; si es poesía, no riman las palabras en mi espíritu...- se atrevió a declamar un hombrecillo de galera y bastón, golpeando la mesa.

Nuestro héroe calló, cansado de quienes le reclaman cordura y mensajes. Decidió levantarse y subirse a la mesa, frente a los atónicos ojos de sus contertulios. Solo movió sus brazos.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

adelante! hombre enigmatico ,es lo tuyo