El cuerpo enajenado (3 de 4)

El trabajo como actividad vital

Si hay algo, nos va a decir Marx, que hay que reconocerle a la Economía Política, es el hecho de haber descubierto el enorme papel que cumple el trabajo en la producción de las riquezas humanas. De ahí justamente el nombre del libro de Adam Smith, De la riqueza de la naciones, de 1776. El pensamiento humano tuvo que evolucionar para concebir la riqueza como el resultado de la actividad del propio hombre, y no como algo externo a él. Por eso, dándole la razón a Engels, en los Manuscritos económico-filosóficos Marx dice que es acertado plantear que Adam Smith es el Lutero de la economía. Porque Martín Lutero y la Reforma transformaron la religión en algo mas terrenal, en algo mas vinculado a la subjetividad del hombre, así como Adam Smith transformó la propiedad en una construcción subjetiva, en el resultado del trabajo del propio hombre.

El carácter sustantivo, antropológico, natural del trabajo queda muy claro para Marx, en la relación del hombre con la naturaleza mediante la actividad del trabajo; concibiéndolo, entonces, como un rasgo específico de la especie humana. Dice:


“Pues, en primer término, el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter dado de una especie, su carácter genérico, y la actividad libre, conciente, es el carácter genérico del hombre. La vida misma aparece sólo como medio de vida. El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma el objeto de su voluntad y de su conciencia. Tiene actividad vital conciente. No es una determinación con la que el hombre se funda inmediatamente. La actividad vital conciente distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal. Justamente, y sólo por ello, es él un ser genérico. O, dicho de otra forma, sólo es ser consciente, es decir, sólo es su propia vida objeto para él, porque es un ser genérico. Sólo por ello es su actividad libre (...) Por eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo objetivo en donde el hombre se afirma realmente como un ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa. Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su realidad. El objeto del trabajo es por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a sí mismo en un mundo creado por él”13


De esta manera, vemos aquí, que la dimensión natural y antropológica del trabajo no implica una visión ahistórica o esencialista (metafísica), ya que se parte de la evidencia natural de que todo ser vivo para sobrevivir depende de un intercambio determinado con la naturaleza de la cual él mismo proviene. El trabajo (dejando de lado todo sello particular que haya podido imprimirle tal o cual fase del progreso económico de la sociedad) es, ante todo, un acto que tiene lugar entre el hombre y la naturaleza. Al trabajar, el hombre desempeña frente a la naturaleza el papel de un poder natural, pone en acción las fuerzas de que está dotado su cuerpo, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de asimilar las materias dándoles una forma útil para su vida. Al mismo tiempo que, mediante este proceso, actúa sobre la naturaleza exterior y la transforma, transforma también su propia naturaleza desarrollando las propias facultades que en ella dormitan. En definitiva, cuando el hombre trabaja para reducir la naturaleza a alimento, vestimenta, etc., está humanizando la naturaleza, no sólo porque la adecúa para la satisfacción de necesidades propias, sino porque esas necesidades, además de ser concretamente individuales, son específicamente humanas, y porque la acción que lleva a cabo se efectúa o puede ser efectuada mediante el concurso de una pluralidad de individuos. La colaboración libre conforme a un propósito de acción es un rasgo distintivo del hombre, pues las formas puramente animales de actividad colectiva (hormigas, abejas, etc.) son resultado de la necesidad instintiva.14

De este modo vemos que para Marx es el trabajo como actividad vital conciente lo que hace del hombre un ser genérico. El trabajo del hombre reposa en su carácter único a partir de la posibilidad de pensamiento conceptual, de la capacidad de abstracción y de representación simbólica. Su origen es la naturaleza única del cerebro humano. De este modo el trabajo como acción a propósito, guiada por la inteligencia, es el producto especial de la humanidad. Trabajo que trasciende la mera actividad instintiva.

Como señala Harry Braverman (Trabajo y capital monopolista, México, 1987), a partir de esta característica de la biología humana el trabajo del hombre puede emanciparse de la exigencia instintiva de las acciones dirigidas a la supervivencia propia de cualquier otro animal. No se trata de que a partir de sus aptitudes cerebrales el hombre aprenda a resolver ciertos problemas que presenta la inadaptación de ciertos recursos de la naturaleza para su utilización o consumo; esto también lo pueden concretar otras especies. El quid de la cuestión es que con el desarrollo de la capacidad de representación, del lenguaje y de la comunicación por medio de los signos que le corresponden, el hombre puede transmitir y delegar la ejecución de un trabajo: la unidad de concepción y ejecución puede ser disuelta. La concepción precede y rige la ejecución, pero la idea concebida por alguien puede ser ejecutada por otra persona. La fuerza rectora del trabajo sigue siendo la conciencia humana pero la unidad entre dos puede ser rota en el individuo y restablecida en el grupo, el taller, la comunidad, la sociedad como un todo.15

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13. K. Marx, Manuscritos: economía y filosofía, pp. 115-116
14. Ibi
dem, Introducción de F. Rubio Llorente, pp. 37.
15. Pablo Rieznik, Las formas del trabajo y la historia. Una introducción al estudio de la economía política, Introducción, pp 21-22.

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!