Bullying

Recién desperté de un sueño orgásmico. Luego de dar vueltas y vueltas en la cama y frente a la heladera pude conciliar el sueño. Y allí, si allí, cumplí algunos de ellos. Dejando de lado mujeres fantasmales y amorosas, avasallado por esta alergia que no me abandona, soñé con niñas putas, putas adolescentes, robos pacientes, pacientes ladrones, furia endulzada y dulces con furia.

Salí a la calle, aún de noche, y caminé hasta aquí, con ganas de escribir aquí. Atrás mío nadie, junto a mi espían, y por fin pude darle un uso a esto auriculares de mierda: The Beladies. Afortunadamente los beatles me gustan también sin alcohol. Quevachaché.

Falté al laburo y no me arrepiento. La alergia y esas migajas de revolución lo merecían ¿Acaso alguien más que mi madre laborienta condenaría dejar que los adolescentes que intentan aprender sin estudiar se inunden de mugre (propia) en sus cárceles? ¿Acaso alguien más que el rector de mi vieja escuela católica (espero que muerto) condenaría que ellos intenten escapar de una ventana con vista al cemento?¿Acaso alguien más que mis viejos condiscipulos de variopintas disciplinas condenarían esperar que llegue mi amor gastando un peso (y ganar unas monedas más para el bondi)? No sé.

Enciendo el tercer cigarrillo de los cientos que ya no fumé y muevo la cabeza como perdido. Una mujer vieja se sienta a mi lado y entra al chat. Con dos dedos y un peso del vuelto de las compras engañará a su marido, y está bien. La lagaña me cae mal, cambio entonces al blusanrol y muevo de nueva la cabeza como un playmovil poseído. Alannah Myles y mucho glamour ochentoso.

Altar, paciencia, gritos de terciopelo negro, bebés molestando entre orines... y un saludo ecléctico: God save the key.