El octavo loco: las extrañas propuestas de Comte


La clásica definición de diccionario resume la vida intelectual de Auguste Comte. Nos enteramos de que nació en 1798, murió en 1857 y que además de ser el padre de la sociología también fundó el positivismo. Se nos explica que según Comte el hombre atraviesa tres estadios que son el teológico, el metafísico y el positivo. Finalmente accedemos a una breve enumeración de sus obras: Curso de filosofía positiva, Sistema de política positiva, Catecismo positivista.
Ahora bien, si por un lado la definición condensa de modo contundente los conceptos más conocidos del pensamiento comtiano, por otro lado permite la fuga de un proyecto científico-político que pocas veces se narra. Es verdad que un diccionario no es justamente un portador de complejidades críticas (pareciera mas bien lo contrario, algo así como un necesario hacedor de reduccionismos) y sin embargo, basta con abordar otros tipos textuales como el envejecido manual o el ensayo académico para corroborar los logros del mataburros. Hablando en criollo: el diccionario dice de Comte, palabras mas palabras menos, lo mismo que cualquier otro libro que hable del positivismo. Lo que “popularmente” se conoce del intelectual francés trae aparejado un juicio cristalizado, una indignación estándar. De este modo, es casi del sentido común universitario reconocer en ideas como el fenomenalismo, el progreso indefinido, las leyes constantes, la unidad de la ciencia, el laicismo y los posteriores aportes evolutivo-organicistas de Spencer, las bases del racismo y la justificación científica del gobierno de los más aptos, de aquellos que llevan la delantera en la lucha por la vida.
Sin embargo, a pesar de lo acertado del juicio, hay algo que se sigue fugando. En el título Catecismo positivista asoma la clave y adelantándonos en el tiempo, porque no, también en el discurso del Astrólogo, personaje de Los siete locos de Roberto Arlt:

“Así como hubo el misticismo religioso y el caballeresco, hay que crear misticismo industrial (...) Crear un hombre soberbio, hermoso, inexorable que domina las multitudes y les muestra un porvenir basado en la ciencia (...) Para la comedia del dios elegiremos un adolescente... Mejor será criar un niño de excepcional belleza, y se le educará para hacer papel de dios. Hablaremos, se hablará de él por todas partes, pero con misterio, y la imaginación de la gente multiplicará su prestigio...”

En La filosofía positiva: ciencia y filosofía de Leszek Kolakowski se cuentan algunas de las cosas que motivan esta suerte de artículo. Parece gracioso, pero no lo es. Las palabras de un desquiciado personaje de ficción argentina guardan asombrosas similitudes con las ideas más aberrantes y menos divulgadas de Comte: la llamada “religión positiva”.
El proyecto tiene por objetivo reemplazar a las divinidades mitológicas por la religión positiva, la cual necesita del mismo culto que, por ejemplo, el catolicismo. Para Comte, todo reside en la instauración de un “Ser Supremo” que determina los deberes y las necesidades emocionales e intelectuales de los hombres. Esta figura dominante es el “Papa positivo” que gobierna desde un templo también positivo que posee sus sedes, todas ellas idénticas, dirigidas por autoridades profanas. En estos lugares se vigila el desarrollo de la industria y la utilización de la mente con los fines prácticos de satisfacer eficazmente las necesidades del cuerpo. En cuanto a los días de la semana, cada uno de ellos debe llevar el nombre de los santos de la fe positiva.

Hasta aquí, algunos paralelos; no obstante, de la comparación con la novela de Arlt no siempre resulta un equilibrio: para el Astrólogo la futura sociedad se nutre del montaje masivo de prostíbulos que financian una revolución y en cambio, para Comte, mucho menos misógino por suerte, la figura femenina ocupa un espacio fundamental. En este sentido, la mujer es un ángel de la guarda que protege a la familia, institución central. Se establece así la existencia de una madre virgen que tiene por función primera la reproducción a través de la inseminación artificial que con el tiempo va regulando la cantidad de familias que constituye cada Estado positivo, que con preferencia necesita ser pequeño para poder ser gobernado con mayor facilidad.
Como se ve, el respeto de Comte por la mujer es una regla de primer orden. Lejos de la procacidad sexual de un arltiano, una especie de “aguante” por la conservación del himen se erige como virginal bandera.

Más allá de cualquier ironía, estas ideas de Comte no dejan de hacer ruido. De algún modo, la tranquilidad que supone hallar concepciones del estilo en una obra de ficción, se derrumba cuando lo que se que propone una producción de carácter “científico”. El positivismo no es solo una teoría de la dominación que encubre sus fines o los disimula; no es únicamente una teoría inocente mal interpretada en la práctica; no hay ocultamiento de determinados presupuestos, ni por asomo. Los problemas de salud mental que aquejaban a Comte no agotan en ninguna medida la evidencia de un interés de clase, cifrado en un discurso alucinado, pero oscuramente asumido por los sectores dirigentes de la generación del ochenta en Argentina, por citar un ejemplo cercano. La pretensión de verdad es lo que legitima al discurso científico como forma de dominación; pero bueno, para que seguir, ya lo dijo Foucault con mejores palabras y antes que Foucault muchos otros.

Entonces ahí los tenemos, todos desfilando por el camino de las mentiras que desde pequeños hemos creído: Papá Noel, Luis Majul, Dios, Gerardo Romano, Tony Kamo, Los Reyes Magos, María Laura Santillán, Racing, Ernesto Sábato, la educación gratuita, Wanda Nara y también la Ciencia con mayúsculas.
La misma que se propaga escuetamente en los diccionarios y manuales.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Una parte me hizo acordar a "Un mundo feliz"... y otra a una abeja reina que mostraron por Discovery quisiera saber qué piensan de tu artículo los que se dedican a alguna ciencia... besote