El arte y la revolución social (1 de 4)

El siguiente ensayo, publicado en cuatro entregas, se propone analizar la relación que el arte ha tenido con la política en la primera mitad del siglo XX, a la luz del debate entre G. Lukács y T. Adorno. Es por esto que nos centraremos en la relación del arte con aquella forma particular de la política contemporánea que es la revolución social.A partir de este debate desarrollaremos la idea del arte como producción histórico-social y como elemento crítico de los condicionamientos político-sociales existentes. De aquí surgirá la idea del arte auténtico como forma de expresión revolucionaria, y por lo tanto la siguiente pregunta: ¿Cuál es el arte revolucionario, aquel que se subordina a las necesidades de la política revolucionaria, o aquel que se revoluciona a sí mismo? Planteamos entonces responder a esta pregunta distinguiendo tres instancias en el análisis de esta relación: el arte como expresión revolucionaria; la relación de los artistas con la revolución; y finalmente, el arte y el porvenir. Tomaremos como casos concretos la polémica sobre el arte de vanguardia que se da entre Lukács y Adorno, y la contradictoria relación del cineasta Sergei Eisenstein con la revolución rusa.

El arte como producción histórico-social

Hegel ha puesto la estética en la Historia, y aunque los objetos artísticos puedan investigarse fructíferamente al margen de la historia, las teorías estéticas están claramente marcadas por la época en que aparecieron, como se comprueba en la mayoría de los casos mediante un examen a posteriori.1 Tanto Lukács como Adorno van a partir de esta idea, pero como marxistas, van a entender al proceso histórico, no ya como el movimiento del espíritu, sino determinado por el proceso de desarrollo social. Como planteó Marx en la famosa Introducción a la crítica de la economía política:


"No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario su ser social el que determina su conciencia. En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social"

Es decir, el modo de producción de la vida material condiciona el proceso histórico y la vida social, política e intelectual en general (el derecho, la filosofía, la religión, el arte, etc.)Es de esta manera que el arte, como disciplina práctica particular, no puede permanecer abstraído de su mundo, es decir, no influenciado por la realidad histórica y social en la cual está inmerso. Existe un condicionamiento social objetivo del arte, y este se ve reflejado en que el artista no puede encontrar material para su creación artística más que en su medio social. Por fantástico que pueda ser el arte, no dispone de más material que el que le ha proporcionado el mundo tridimensional en que vivimos y el mundo más limitado de la sociedad de clases. Incluso cuando el artista crea el cielo o el infierno sus fantasmagorías son la transformación de la experiencia de su vida, en la que se incluye hasta las cuentas que debe.2
No se trata aquí de pensar la creación artística como una plasmación de formas puras y autosuficientes, al estilo de la escuela formalista. Para el marxismo, la religión, el derecho, la moral y el arte representan aspectos diferentes de un determinado proceso de desarrollo social. Aunque se diferencien e independicen de su base de producción y se compliquen, se refuercen y se desarrollen detalladamente sus características especiales, la política, la religión, el derecho, la ética y la estética siguen siendo funciones del hombre social y se someten a las leyes de su organismo social. El arte no puede ser entonces un elemento etéreo que se alimenta a sí mismo, porque no hay un concepto trascendental o ahistórico del arte. Con los cambios sociales cambia también el concepto de arte. Esto mismo es lo que está diciendo Adorno cuando plantea que el arte se determina por su relación con aquello que no es arte.3
Ahora bien, esto no quiere decir que uno deba basarse únicamente en los principios del materialismo histórico para aceptar o rechazar una obra de arte. Es indiscutible que la necesidad del arte no es un producto de las condiciones económicas. Pero tampoco es la economía la que produce la necesidad de alimentarse. Al contrario, es la necesidad de alimento y de calor lo que crea la economía. Por lo tanto, una obra artística debe ser juzgada, en primer lugar, según sus propias leyes, es decir según las leyes del arte. Lo que aporta el marxismo es la capacidad de explicar por qué y como, en un momento histórico concreto, ha aparecido una tendencia artística determinada, qué es lo que ha hecho necesaria tal forma artística y porqué. Dice Trotsky:

"La forma artística es independiente en gran medida, pero el artista que crea esta forma y el espectador que goza de ella no son máquinas vacías, hechas una para crear la forma y otra para apreciarla. Son seres vivos, con una psicología cristalizada y hasta cierto punto unida, aunque no siempre armoniosas. Esta psicología es el resultado de las condiciones sociales. La creación y percepción de las formas artísticas es una de sus funciones. Y por profundos que tratan de ser los formalistas toda su teoría se basa simplemente en el hecho de que ignoran la unidad psicológica del hombre social, de el hombre que crea y que consume lo que ha sido creado"4

Con respecto a este doble carácter del arte, como autónomo y como producto histórico-social, Adorno va a señalar que antes de la emancipación del sujeto el arte fue sin duda en cierto sentido, más cercanamente social de lo que lo fue después. Su autonomía, su robustecimiento frente a la sociedad, es función de la conciencia burguesa de libertad que, por su parte, creció junto con las estructuras sociales.5 Es justamente esta creciente autonomía lo que va a determinar al arte como elemento crítico de la sociedad contemporánea.

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1. Peter Bürger, Teoría de la vanguardia, cap. 1-4, pp 51-152, ed. Península, Barcelona.
2. León Trotsky, Sobre arte y cultura, pp. 94, Alianza editorial, Madrid, 1971.
3. Theodor Adorno, Teoría estética, pp. 12, ed. Taurus, Madrid, 1971.
4. León Trotsky, Sobre arte y cultura, pp-90, ed. cit.
5. Theodor Adorno, Teoría estética, pp. 295, ed . cit.
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1 comentarios:

Flavio Wermus dijo...

Un abrazo de un franco-argentino en Paris

FLAVIO