Rómulo Macció en el Museo Nacional de Bellas Artes

“La pintura no se dice, se muestra”, es una de las definiciones de Macció. Pero hay una realidad: a él le toca mostrarla y a nosotros, desde el papel de la crítica, decirla. Así es el juego.

Y lo que hay para decir sobre lo que Rómulo Macció muestra en su exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes (una antología de grandes obras –grandes por formato, el resto veremos– realizadas entre 1987 y 2006) no es demasiado. Al menos no es demasiado bueno.
Ante todo, diremos que Macció supo integrar el grupo que muchos consideran como los “Beatles” de la pintura argentina; un grupo que se autonombró “Figuración Otra” pero que ha quedado en la historia como “Nueva Figuración”. Junto a Luis Felipe Noé, Ernesto Deira y Jorge de la Vega, Macció conformó este cuarteto de pintores cuya intervención y obra constituyen –sin dudas– uno de los aportes más importantes de la plástica argentina al arte del siglo XX. Y no es poco.
Individualmente, es uno de los pintores más irreverentes, talentosos y originales de aquel siglo. Y no podemos decir que de éste porque, a juzgar por la obra expuesta en el Bellas Artes, el maestro se ha cansado de serlo.

Sabemos que en el arte genuino rige una máxima (que no siempre se respeta, y está bien que así sea, algunas veces): para crear se requiere un 5 por ciento de inspiración y un 95% de trabajo.
Sí, trabajo.
Y como en la obra expuesta por Macció falta ese alto porcentaje de esfuerzo (al menos en la mayoría de las telas), la inspiración (¿la hay?) no se deja ver, y la potencia de la propuesta se desdibuja (nunca más adecuada esa palabra) en inmensos lienzos que en su mayoría muestran colores poco elaborados, con descuidos que no aportan a la expresividad de la pintura, y temáticas que no llegan a justificar semejantes superficies (en algunos casos, de hasta 4 metros de largo), expuestas nada menos que en el museo más importante del país.
Luego de la impactante retrospectiva del también neofigurativo Ernesto Deira en el verano, en el mismo museo, lo de Macció suena a poco.

Una reflexión, quizá desagradable: cabe preguntarse si a los 75 años no le convendría a Macció “limitarse” a lienzos más acotados en sus dimensiones, aunque las tendencias del mercado le exijan esas grandes telas que no llega a poder conquistar con su pincel y su paleta.
Por nuestro lado, seguimos admirando a este inmenso pintor que mostró, allá por los `60 (y después también), esa pintura de la que hoy no es necesario “decir”. Sólo mirar. Que para eso está.

Ernesto Gutiérrez Ezcurra

1 comentarios:

Ma.InésOlarra Lynch dijo...

No vi esa muestra. Aún así sé todo lo que Rómulo Macció aportó a nuestra pintura y la emoción que siempre proporcionó . Esos barcos,su sentido del color,sus sierras. Particularmente recuerdo una muestra en Puerto Madero organizado creo por la UCA, maravillo. Me fui temblando Espero sea ese el recuerdo que de este artista así se . Maravillosa persona ,genial artista Hasta siempre. Inés Olarra.