
Aquel Pueblo, donde sus habitantes empezaban sus labores al atardecer y se dormían con la aurora de coro, funcionaba. Y fue en el Planetario, el día de la selección de habitantes, donde se definió en un 70% el futuro del proyecto, y por supuesto que esté más cerca de un nuevo ascenso.
A la selección llegó a las 18 horas, en su Dacia blanco. Abrió los caballetes, colocó la madera que hacía de mesa y pegó con cinta de embalar el cartel de papel: "Voloh, pueblo experimental. Se seleccionan habitantes". Luego se sentó en una reposera, birome en mano.
La dama, de jeans ajustados, botas negras a lunares blancos y una remera rosa, fue la primera en llegar. Con poco perfume, por recomendación de su profesor de tenis, se presentó impaciente:- Buenas tardes. Vengo por el aviso. El Señor Hill no pudo evitar mirarla de arriba a abajo, lo que a ella le pareció una eternidad. Después le preguntó su nombre. Ella pidió que le repiteran la pregunta, una fragancia conocida la había distraído: a los lejos se acercaban charlando afectuosamente el ciego y la flor, que exageraba el movimiento de sus pétalos lechosos para agradecerle al hombre de lentes oscuros.
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