

Simplemente porque antes de cerrar mis ojos la ciudad asfixiaba, y un poco de olor a bosta era más que un fresco elíxir, era una máquina a vapor que me llevó al pasado.
La bosta mezclada con enormes nidos de hormigas ayudan a anestesiar los sentidos urbanos, esos que -regados de malta- rememoran tiempos pasados e impotentes. Miro al frente, mascullo bolsillos vacíos y no puedo dejar de sentirlos en cada rincón de mi celda; que, húmeda, solo un gato tordo habita y me hace companía.
Mi celda me place, el vapor húmedo se esparce por los recovecos. Sin embargo la máquina del tiempo no funciona, solo un tosco ruido alerta a mis vecinos. Temo que el poco de combustible no siga rodando por las hendijas de lo que debí corregir pero es tarde, es tarde si quiero seguir siendo yo.
0 comentarios:
Publicar un comentario