A 140 años de El Capital: Con Marx y con el socialismo

Con motivo del 140 aniversario de la publicación de El Capital en las últimas semanas distintos medios escritos, independientemente de su orientación ideológica, han dedicado algunas líneas a dicha conmemoración. El diario Perfil (22/07) ha publicado una serie de notas dentro de las cuales se destaca una titulada Marx, contra los marxistas, del filosofo argentino Juan José Sebreli, en la cual se intenta hacer una reivindicación del “Marx teórico” oponiéndolo a aquellos (a los que denomina marxistas) que decidieron retomar su legado y dedicar su vida a la lucha revolucionaria. El siguiente artículo no sólo pretende destacar la vigencia del pensamiento de Marx, sino, también demostrar que por más esfuerzos que hagan los intelectuales de la burguesía dicho pensamiento es indisociable de la lucha por el socialismo.


No es la primera vez en la historia que una vez expirada la vida de aquellos que con valentía y genialidad han cuestionado y enfrentado, las ideas dominantes de su tiempo, luego de haber sido defenestrados, perseguidos y demonizados, se los reivindique en nombre de su aporte a la cultura universal de la humanidad. El caso de Marx es un ejemplo de esto y de cómo se intentó deformar su pensamiento haciendo análisis fragmentarios, unilaterales y parcializados de su obra para hacer de él cualquier cosa menos un revolucionario. Esta tarea ha sido llevada a cabo no sólo por los escribas de la burguesía, cuyas intenciones no hace falta señalar, sino en mayor grado por muchos “izquierdistas” que no dudan en atacar de sectarios a aquellos que defienden la “lucha de clases” y la “dictadura del proletariado”, como si esto nada tendría que ver con lo que dijo Marx. El análisis que Sebreli hace de Marx, en la nota señalada, parece ser una nueva versión de esto.
Como bien señala el filósofo argentino "las deformaciones del estalinismo– engendraron un marxismo doctrinario muy alejado y, en algunos momentos, hasta opuesto al pensamiento vivo de Marx", en realidad se queda corto porque en todo momento el estalinismo fue una negación del pensamiento de Marx. Desde sus construcciones teóricas que nada tenían que ver con la dialéctica materialista (la concepción unilineal de las etapas históricas por las cuales todas la sociedades debían pasar necesariamente hasta llegar al socialismo) hasta las mayores aberraciones políticas (suplantar el internacionalismo proletario por el llamado "socialismo en un sólo país) y criminales (decenas de millones de rusos fueron asesinados durante la dictadura de la burocracia estalinista en los campos de concentración y de trabajo forzado) en nombre del socialismo. Ahora bien, que el llamado "socialismo real" dirigido por Stalin haya cometido semejantes atrocidades en nombre del socialismo de ninguna manera significa que el socialismo nada tenga que ver con Marx como pretende convencernos Sebreli. Y menos aún pretender hacer de Marx como de Lenin dos apologistas del capitalismo. Si, es verdad que Marx elogió, y esto esta nada más y nada menos que en el Manifiesto Comunista, los logros y los avances que había traído a la humanidad la sociedad burguesa, en relación a las formaciones sociales anteriores pero, y en esto consistió su gran tarea científica, a la vez supo ver los límites de esta sociedad, sus contradicciones internas su tendencia a la autodestrucción y el hecho de que la lucha de clase lleva a la dictadura del proletariado, es decir, al socialismo. O casualidad Sebreli se cuida bien de hablar de esto cuando justamente es en El Capital donde Marx, como nadie, vislumbra esa tendencia histórica. Pretender, también, hacer un paralelo entre la NEP que defendía Lenin con la política de restauración capitalista que lleva adelante la burocracia china es no haber entendido, por un lado, que en China se trata justamente de una restauración capitalista, y que en cambio en la URSS de 1921, diezmada por la guerra civil y las invasiones de las “democracias occidentales”, lo que planteaban Lenin y Trotsky con la NEP era desarrollar las bases materiales para avanzar hacia el socialismo, dado que Rusia era un país atrasado, y siempre tuvieron muy en cuenta los peligros que eso conllevaba. Por eso las grandes industrias, así como el comercio exterior y la banca nunca dejaron de estar en manos del Gobierno obrero. La intención no era desarrollar el capitalismo para quedarse ahí sino sentar las bases materiales necesarias, como lo planteó Marx, para avanzar lo mas rápido posible hacia una nueva forma de organización social; este siempre fue el horizonte para estos declarados marxistas. Por otro lado, este proceso fue interrumpido unos cuantos años después de la muerte de Lenin y de una manera brutal ya que Stalin creyó que el capitalismo era el mejor de los mundo posibles y cuando se dio cuenta de que esto no era así, porque los capitalista estaban nuevamente al acecho en la URSS, tomó la decisión de la colectivización forzosa. En cambio Lenin y Trotsky consideraban que el paso a la colectivización debía concretarse de manera gradual, combinar el capitalismo de Estado con las formas de producción socialistas, y a la espera de que la revolución se expandiese internacionalmente, principalmente en Alemania. En ningún momento vieron en el capitalismo la solución a los problemas históricos de Rusia, por el contrario, era sólo una medida transicional y con ciertas particularidades.
En otra parte de su relato Sebreli insiste con acercar las posiciones de Marx con las de la democracia burguesa y nos dice que "a partir del fracaso del movimiento revolucionario europeo de 1848 fue más cauteloso en sus predicciones insurreccionales y su descubrimiento del movimiento obrero inglés lo llevó a pensar en la alternativa de un socialismo de tipo parlamentario, posición que adoptó el último Engels". Aquí el pensamiento unilateral de Sebreli se aleja tanto de las verdaderas posiciones de Marx como la confianza de éste último en las reformas de tipo democrático, sino veamos las conclusiones que el propio Marx (y no el Marx agiornado de Sebreli) sacaba, luego de las derrotas de 1848, en la famosa carta a la Liga Comunista: “Los proletarios han de realizar la mayor parte del trabajo; necesitarán ser concientes de sus intereses de clase y adoptar la posición de un partido independiente. No deben ser apartados de su línea de independencia proletaria por la hipocresía de la pequeña burguesía democrática. Su grito de guerra debe ser: La revolución permanente” (Londres, marzo de1850). Las posibilidades de avanzar en el parlamento eran para el socialismo una política de coyuntura pero que de ninguna manera reemplazaba a la salida revolucionaria. Sebreli no nos trae ninguna interpretación novedosa sobre el pensamiento de Marx, ya el revisionista alemán Bernstein, hace cien años, había planteado lo mismo.
Finalmente, en la última parte del texto nuestro filósofo ya sin tapujos nos revela su intención: "Marx no fue principalmente el ideólogo del proletariado o el predicador del socialismo según la imagen usual; fue ante todo un lúcido analista del sistema capitalista (…) En el momento actual en que el marxismo pasa por su crisis más profunda, es hora de volver a Marx como a un clásico de la ciencia política, la sociología, la historia, la filosofía y sobre todo un precursor de las relaciones interdisciplinarias”. Es decir, podemos leerlo pero jamás tratar de llevar a la práctica lo que el dijo, cómo bien señaló Trotsky en los años 30’, en una polémica similar con el ex comunista inglés Schlamm, “para dar este salto “heroico” no hay necesidad de salir del gabinete de trabajo, ni siquiera de quitarse las pantuflas”. Sebreli, como tantos otros, “redescubre” un Marx separado de la lucha política concreta porque su objetivo es atacar a aquellos que prefieren meter las patas en el lodo de la lucha de clases a quedarse en el mundillo inmaculado de las ideas y de la mera contemplación. Si hay algo que no se le puede endilgar a Marx es que era un hombre que no hacía lo que pensaba. Porque fue el artífce de El Capital, que hoy recordamos pero también fue, junto a otros grandes revolucionarios, el organizador de los obreros alemanes en la emigración, lo que le valió la persecución del Gobierno prusiano y exilio constante; y fue también uno de los fundadores en Londres (1847) de La Liga de los Comunistas, y en 1848 asumió la dirección Asociación obrera de Colonia desde la cual llamó a la huelga general y la resistencia armada contra la burguesía alemana, participando activamente de los disturbios callejeros, hechos por los cuales iba ser procesado y luego absuelto; su incansable lucha por la causa proletaria lo llevó también a ser elegido miembro del comité provisional de la Asociación Internacional de Trabajadores, para la cual redactó los estatutos y un discurso inaugural. Es decir, si bien no pretendemos hacer aquí una enumeración de los hechos más destacado de su actividad política, si queremos remarcar que un análisis sincero y profundo de la vida del autor de El Capital no puede dejar de señalar el vínculo indisociable entre su producción teórica y su actividad política en favor de la causa proletaria. Cómo el ya había señalado en uno de sus escritos de juventud “así como el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales, la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales”. Pensar a Marx sin la lucha de clases y sin el socialismo es no sólo no entender la esencia de su pensamiento, sino, principalmente, un falsificación interesada de los hechos históricos.
Por eso, a 140 años de la obra que cambió para siempre la forma de entender la sociedad en que vivimos y en el momento actual en donde el que realmente pasa por su crisis más profunda es el capitalismo, porque la democracia burguesa lo único que nos ofrece como solución es la guerra y la condena a vivir en la miseria a millones de seres humanos, el pensamiento de Marx así cómo su lucha por imponer una salida socialista a este desastre están más vigentes que nunca.

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