El trabajo alienado como negación de la naturaleza humana
Ahora bien, de esta definición general de trabajo que vimos anteriormente, se va a desprender una primera gran contradicción. Si el trabajo es esta potencia, ¿por qué trabajar es tan penoso y miserable en la sociedad moderna? De este punto es de donde parte Marx en los Manuscritos para desentrañar el problema de la alineación humana. En decir, no parte de la filosofía, en un sentido especulativo, sino de un hecho económico contemporáneo. Dice:
“Nosotros partimos del hecho económico actual. El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuanta más mercancía produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajador pone su vida en el objeto y su vida no le pertenece ya a él mismo sino al objeto. Pero la vida que le ha dado al objeto se le opone como un fuerza ajena y hostil (...) La enajenación del trabajo consiste en que el trabajador no se realiza en su trabajo sino que se niega, experimenta una sensación de malestar más que de bienestar, no desarrolla libremente sus energías mentales y físicas sino que se encuentra físicamente exhausto y mentalmente abatido. Su trabajo no es voluntario sino impuesto. Es un trabajo forzado. Su carácter enajenado se muestra en el hecho de que tan pronto como no hay una obligación física o de otra especie, es evitado como la plaga. El trabajo en que el hombre se enajena es un trabajo que implica sacrificio y mortificación”16
Podemos ver que la alineación del trabajador consiste en que aquello que produce con su trabajo, con su actividad vital, no le pertenece, se produce algo que no es propio, que es de otro. Es decir, cuando el trabajo debiera ser una actividad vital, conciente, que nos realiza con los otros, en la economía moderna (capitalista) termina siendo lo opuesto. De esta manera, si el producto del trabajo le es ajeno al productor mismo, la pregunta que enseguida surge es ¿a quien pertenece entonces?:
“Si el producto del trabajo no pertenece, al trabajador, si es frente a él un poder extraño, esto solo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su actividad es para él dolor, ha de ser goce y alegría vital de otro. Ni los dioses, ni la naturaleza, sino sólo el hombre mismo, puede ser este poder extraño sobre los hombres. Si el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo, como un objeto poderoso, hostil, extraño, se está relacionando con él de forma que otro hombre independientemente de él, poderoso, hostil, extraño a él, es el dueño de este objeto (...) Así, pues, la relación del trabajador con el trabajo engendra la relación de éste con el capitalista o como quiera llamarse al patrono del trabajo. La propiedad privada es, pues, el producto, el resultado, la consecuencia necesaria del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo”17
Y por supuesto, aunque la enajenación arranque del comportamiento económico del hombre, no es tampoco un fenómeno exclusivamente económico en el sentido estrecho de la palabra que atañe solo a la producción. Todas las relaciones que mantiene el hombre enajenado de sí mismo son forzosamente relaciones enajenadas. Pero la consecuencia fundamental es que el hecho económico contemporáneo implica que, trabajando de una manera alienada, el hombre termina negando el carácter específico del trabajo humano como especie. El hombre se aliena de los otros hombres y termina siendo un animal y no un sujeto colectivo que crea el mundo material de su propia vida. Cuando Marx afirma esto, su afirmación filosófica, no es la mera especulación del pensamiento, es la realidad concreta y material del mundo contemporáneo. Hoy conviven el hambre y la abundancia de alimentos que lo satisfacen, pero los productos que satisfacen el hambre aparecen como extraños, y por lo tanto hostiles a la masa de hambrientos.
La emancipación de los trabajadores como negación de la negación
como negación de la negación Luego del análisis que venimos desarrollando queda claro que toda superación de esta alineación, toda reconciliación del hombre con su actividad vital, no puede sino implicar otra forma de organización social del trabajo. La posibilidad del hombre de poder desplegar todas sus potencialidades y realizarse como ser genérico está vinculada a las posibilidades de emanciparse del trabajo alienado. Tiene que negar el trabajo alienado para recomponerse como ser humano. Y cuando hablamos de trabajo alienado, como vimos anteriormente, también hablamos de la propiedad privada de los medios de producción. Ya que es el propietario de los medios de producción el que se apropia del trabajo ajeno y esta es la quinta esencia del funcionamiento de la sociedad capitalista. De esta manera lo que se le plantea al trabajador como solución a su extrañamiento, es apropiarse de las condiciones que hacen a su propio trabajo, es decir: expropiar a los expropiadores. En términos hegelianos esto sería la negación de la negación, donde el trabajador se recompone en su actividad vital, porque el producto de su trabajo, su subjetividad objetivada, ahora le pertenece. Pero en esta acción revolucionaria, y aquí está la clave de toda la cuestión, no sólo se plantea la emancipación de los trabajadores como clase, dice Marx:
“De la relación del trabajo enajenado con la propiedad privada se sigue, además, que la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, etc., de la servidumbre, se expresa en la forma política de la emancipación de los trabajadores, no como si se tratase sólo de la emancipación de éstos, sino porque su emancipación entraña la emancipación humana en general; y esto es así porque toda la servidumbre humana está encerrada en la relación del trabajador con la producción”19
Es así, que la revolución proletaria, la toma del poder político por la clase obrera y la consecuente socialización de los medios de producción modernos, se manifiesta como un acto de humanidad. No se trata de una revolución más, porque lo que está en juego no es la obtención de un beneficio particular sobre la base de la explotación del otro, sino, la emancipación del hombre en general.
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